Tecnología en la Educación

La lógica moral de la Evolución Perpetua
Un maestro de escuela echa una mirada a la tecnología en la Educación
por John Taylor Gatto

Contenido

1. La lógica moral de la Evolución Perpetua

Cuando tenía doce años aprendí a manejar. Un día me pasó y me tomó por sorpresa. Estaba en la oficina de impresión de mi tío Bud una tarde de Sábado en Monongahela en el verano de 1947 cuando de repente él me dijo: "Vamos de paseo, Jackson". La siguiente cosa que supe fue que zumbábamos camino abajo por un carretero de campo en su Buick Roadmaster convertible.

"Ya era hora que aprendieras a manejar", dijo. Y así diciendo, agarró la parte de atrás de mi cuello y con la fuerza de su mano derecha enfocó mi atención en la base del tubo de la dirección.

"El pedal largo lo hace andar, el pedal cuadrado lo hace parar. Gira la rueda a la izquierda cuando quieras ir a la izquierda, a la derecha cuando quieras ir a la derecha. Eso es todo. ¿Alguna pregunta? Bien. Cambiemos de asiento".

Tenía miedo? Estaba aterrado. No lo estarías tú? Cómo me fue? Bien. Hice ondas por todo mi carril por un rato pero unos cuantos coscorrones en la cabeza me curaron rápidamente. Bud parecía creer que todos habían nacido sabiendo cómo conducir.

Estoy haciendo una analogía aquí, entre la habilidad de conducir en la cual tu vida está en riesgo por cualquier momentáneo despiste, y la habilidad de operar una computadora en la cual no lo está. Ambas son demasiado fáciles de aprender para hacer gran barullo por ello.

La más grande firma de arquitectos, Hellmuth-Obata, ignora a los eruditos en computadoras cuando contratan porque los arquitectos pueden aprender todo lo que necesitan en un entrenamiento de dos semanas, dicen ellos. Joe Weizenbaum, un profesor de ciencia de la computación en MIT, dice que todas las habilidades de computación que un estudiante necesita para tener éxito en el Instituto pueden ser aprendidas desde la nada "en un curso de verano". Y ambos reconocen la desventaja de estar frente a las terminales por demasiado tiempo.

LUCASArts Entertainment, una compañía que desarrolla juegos interactivos cuyos empleados más importantes son artistas, está de acuerdo. Prefiere, por mucho, a artistas entrenados tradicionalmente porque unas experiencias no gratas le han enseñado que aquellos quienes aprenden su arte en una estación de trabajo muestran "rigidez y tendencias a lo plano, falta de riqueza y profundidad" en su trabajo. Hewlett-Packard evita emplear ejecutivos cuya experiencia principal sea con computadores, favoreciendo en su lugar a hombres y mujeres educados en artes liberales. Y Sherry Turkle, cuya especialidad como profesora del MIT es estudiar a los niños en su interacción con las computadoras, concluye que los programas más populares usados en las escuelas, los juegos de simulación, entorpecen la perspicacia y desalientan la precisión.

Un maestro de escuela debería estar loco para no amar la tecnología. Una vez que las máquinas estaban encendidas yo me podía "apagar", y que me paguen por soñar despierto! Diferente a con la impartición de exámenes -que son un asunto más puro pero con el mismo resultado-, con la tecnología yo podía sentirme justificado al ver a los niños entumecerse porque así todos estábamos felices. Y, quién sabe, quizá hasta era bueno para ellos. Mientras no escupieran narcóticos o causaran terror entre los más débiles, yo podría ocultarme electrónicamente entre las grietas abiertas electrónicamente. La tecnología mantiene a los mocosos callados. No hace falta mentir sobre esto.

Cualquier ventaja que tenga la tecnología afuera en el mundo real, en el aula de clase es juego de niños convertirla (pervertirla) en la herramienta perfecta para realizar ingeniería social de baja calaña. Su uso habitual acostumbra al niño a consumir sin preguntar los ejercicios de entrenamiento que alteran la mente hechos por algún extraño. Intereses indetectables resuenan espléndidamente mediante la tecnología, y si esa no fuera razón suficiente para estar preocupado, la tecnología tiene sus propios intereses no-humanos. Debe reclutar a sus usuarios como participantes leales de dramas abstractos y simplificados con desenlaces impecables, negándoles de tal forma la compresión de la ambigüedad en las situaciones reales.

Como pedagogo me encantaría la tecnología porque les roba el espíritu de lucha a los niños. Mientras planeemos continuar marginalizando a los niños tan radicalmente como lo hemos hecho a lo largo del siglo 20 para alcanzar ciertas metas económicas y sociales, necesitamos evitar la clase de entrenamiento que sabemos desarrolla su intelecto y carácter. El hacer caso a las máquinas, como el escuchar al Ritalin y al Prozac, hace nuestro trabajo por nosotros elegantemente, sin un costo excesivo.

Lo que tiene que evitarse para una masa ciudadana "muy bien desarrollada" es esforzarse con textos difíciles, ganar fluidez en las destrezas activas de hablar y escribir para un público; tener familiaridad con el peligro físico, emocional e intelectual al sucumbir a las demandas del intelecto; buscar tiempo para gastarlo en aprender a disfrutar la soledad; estar expuesto a gente madura que posea capacidades específicas; y a ganar experiencia con tareas con sentido. Ninguna de estas cosas requiere ser aprendida con maquinaria. La Educación y las máquinas tienen muy poco en común.

Mientras los administradores sociales crean que los estudiantes deben ser adoctrinados para varios propósitos económicos y filosóficos, ellos no podrán ser educados para comprender que la fórmula para una buena vida ha permanecido constante a lo largo de la historia humana y no cuesta mucho. Por ejemplo, si no tienes alguien a quien abrazar regularmente y con sinceridad, no tendrás una buena vida sin importar cuantas máquinas puedas poseer.

El conflicto de los valores permanentes como éste, con la más enérgica búsqueda de novedades continuas es un enfrentamiento antiguo; pero, el caracterizar al polo del "cambio rápido" como "evolución perpetua" cambia la ecuación un poco, invistiendo, lo que de otro modo parecería una forma de locura, (como la Danza de Santo Vitus) con la dignidad del propósito progresista.

La Grecia clásica coloca este enfrentamiento en la forma de una dialéctica entre las palabras de Heráclito, quien dijo que nunca puedes pararte en el mismo río dos veces, y las palabras de Tales, quien dijo que, sin importar cuánto cambien los detalles, es siempre el mismo río. Los Heraclíticos están impulsados a minimizar realidades atemporales, como el no tan inocente abrazo que ya mencioné, y particularmente a minimizar el hecho ineludible de la muerte, la cual es la misma para todos en todas las naciones y tiempos. Los abrazos y la muerte están más allá del alcance de la ciencia, la medicina o el hablar rápido. En estas cosas es que la educación debe invertir su tiempo, no en enceder, acceder, y descargar.

El tiempo es la única verdadera divisa y todos tenemos, más o menos, casi lo mismo. Los niños cuyo entrenamiento les ha fallado en enseñarles esto, están destinados a perseguir sus propias colas indefinidamente. Y aquí está otra idea universal: sin importar la decisión de tomes con respecto a tu tiempo, ya sea llenándolo con novedades o yendo en busca de absolutos, no hay forma de evitar los riesgos. Sólo la elección de qué riesgos tomar. ¿Cómo entonces puede ser la educación posible sin experiencias serias en toma de riesgos? No simulaciones de estos.

Como un Taleano yo mismo, tengo poco paciencia con el éxtasis religioso por la tecnología. Ella ofrece una gran funda de herramientas, pero hay un precio a pagar: cuando las usamos, ellas nos usa también; si la usamos muy frecuentemente, nos convertimos en servo-mecanismos nosotros mismos. El decir que la tecnología tiene algún poder para resolver el dilema humano es simplemente tonto; por el contrario, agrava el dilema humano, el cual es: cómo ser humano completamente. Sólo un currículo enseña esto, uno sin límite de tiempo que consiste en cuatro solitarias y difíciles búsquedas:

La primera es una pasión adquirida por el trabajo duro, y por dar lo mejor de ti a todo. La segunda es construir un sentido moral firme y seguro que tienda a lo absoluto de tal forma que puedas vivir una vida de principios y no una vida pragmática. La tercera es construir un auto-dominio integral, lo cual incluye desarrollar una inmunidad confiable a incentivos materiales, de tal forma que tu libertad (y deber) sea inexpugnable, quiero decir "no a la venta". Y la última involucra desarrollar la sabiduría de aceptar el dolor, la enfermedad, la vejez y la muerte. Todas con un corazón alegre. Tal currículo está al alcance de todos, hay para el humilde como para el espléndido, siempre que no desperdiciemos demasiado tiempo en distracciones como las máquinas.

Tales era el que estaba más en lo cierto, creo. Pero aún si tu discrepas. Espero que aún así estés de acuerdo en que la gente joven debe ser consciente de esta contienda de argumentos más tempranamente, porque si uno de estos puntos de vista se torna dominante, uno, u otro muy diferente, sendero curricular debe ser seguido. Con Tales el gran propósito de la educación es conocerte y dominarte a ti mismo; con Heráclito viene la activa e interminable búsqueda por sensaciones ricas, grandes proyectos, e imponer tu voluntad sobre el flujo, dándole un propósito esencial, como el de la "evolución perpetua". Bill Gates es Heraclítico, la Madre Teresa y tu peluquero local son Talenos.

Los Vikingos eran los Heraclíticos de la Europa moderna temprana. No es de sorprenderse que tenemos las formas más avanzadas de aventuras corporativas de su parte del mapa. La imponente tecnología de los barcos largos, su sorprendente tecnología de entrenamiento guerrero, permitieron a los Vikingos sembrar el terror en Europa por muchos siglos en su búsqueda por apaciguar el aburrimiento. La educación Vikinga simplificaba al hombre y despreciaba a las mujeres, las cuales eran difíciles de simplificar. La moralidad era descartada, para ser reemplazada por ética situacional.

Tan coherente e implacable era esta visión pragmática que sólo los hombres que morían en batalla, aquellos "apagados" como máquinas, podían merecer el Valhalla. Aquellos pocos "evolucionaban". Todos los demás eran solamente vegetación, por siempre deshaciéndose y reconstituyéndose en las mismas formas sin alma. Ningún otro sistema podría competir con guerreros propulsados por tan inhumano resorte.

De repente, luego de cinco o seis siglos de éxito, los Escandinavos empezaron a abandonar sus desbocadas aventuras asesinas. Tal giro ya les había pasado anteriormente a gentes high-tech, el más dramático ejemplo es el de los Chinos, quienes para el siglo 4 tenía un liderazgo tecnológico sobre Europa estimado por los historiadores en tanto como 1000 años. De una sola vez, la China abandonó este liderazgo por completo. La experimentación seria de alta tecnología se convirtió en crimen castigable con la muerte; desarrollos tremendos como los explosivos se convirtieron en juguetes tales como los petardos. Nadie sabe porqué.

Y también está el caso de Roma, luego de cinco siglos de imperialismo exitoso y articulación burocrática basada en superioridad tecnológica. Roma simplemente también se salió. Sobre Roma sabemos un poco mejor las razones. Sabemos que el Italiano ordinario se asqueo del costo emocional que tenían que pagar para mantener el imperio. Se rehusaban a desperdiciar sus vidas de aquella estúpida manera por más tiempo.

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