Los chicos están en el epicentro de la revolución de la información, germen del mundo digital. Ellos lo ayudaron a construir, y ellos lo entienden tan bien o mejor que cualquiera. No solamente está el mundo digital haciendo a los jóvenes más sofisticados, alterando sus ideas sobre lo que son la cultura y el conocimiento básico, los está conectando unos con otros, proveyéndoles un sentido de identidad política. Los chicos en la era digital no pasan ni inadvertidos, ni desoídos; de hecho se les ve y se les escucha más que nunca. Ellos ocupan un nuevo tipo de espacio cultural. Son ciudadanos de un nuevo orden, fundadores de una Nación Digital.
Luego de siglos de a veces benigna, a veces brutal opresión y regulación, los chicos están emergiendo de nuestro devoto control, encontrándose unos con otros a través de la gran colmena que es la Red. Mientras loas comunicaciones digitales centellean a través de los más fuertemente fortificados bordes y rebotan alrededor del mundo, independientes de gobiernos y censores, así también pueden los chicos por primera vez traspasar los sofocantes confines de la convención social, más allá de las nociones rígidas de los mayores de edad acerca de lo que es bueno para ellos. Los chicos nunca serán lo mismo; tampoco el resto de nosotros.
Los jóvenes son la última entidad social significativa en América bajo el control de otros. Aunque en años recientes la sociedad se ha movilizado para proteger a los chicos contra la explotación y el abuso físico, ellos constituyen el único grupo en nuestra llamada democracia son derechos políticos inherentes, sin voz en el proceso político. Los adolescentes en particular, tan cercanos a la adultez, son sujetos a veces de controles intolerables en casi todo aspecto de sí mismos.
En parte, porque los temores por los chicos son muchos, estos van desde el peligro real (asalto, vejación, rapto) hasta aquellos percibidos (pero no siempre comprobables) peligros del supuesto daño causado por imaginería violenta o pornográfica, la naturaleza adictiva de alguna nueva tecnología, la supuesta pérdida de civilidad y cultura.
En algunas partes de América, particularmente en las zonas urbanas de clase baja donde la violencia y la adversidad económica son epidémicas, aquellos temores por los chicos, parecen no sólo válidos, sino también menospreciados. Pero para las familias de clase media que consumen mucha desde cultura popular, tales temores parecen desubicados, exagerados, evocados principalmente para retomar el control de una sociedad que cambia más rápidamente que lo que nuestra habilidad para comprenderla.
La idea de que los chicos se mueven más allá de nuestro absoluto control puede ser la píldora más amarga para muchos de tragar en la era digital. La necesidad de proteger a los chicos es refleja, visceral, instintiva. Y por lo tanto, más difícil de cambiar.
Hace tres siglos, una aturdidora nueva idea fue introducida en el mundo: Nadie tiene el control absoluto sobre otros. La gente tiene el derecho inherente a algún grado de libertad. Las reglas deben ser acordadas, no impuestas. Aun cuando esta noción se ha vuelto nuestro más preciado valor político, en el siglo 17 no existía, en la práctica, en ningún lugar del planeta. Cuando se extendió, lentamente, primero fue aplicado a los hombres, usualmente a los hombres blancos. Poco a poco, la idea incluyó a otros grupos, pero todavía falta ser aplicada a los chicos.
John Locke, un filósofo del Inglés del siglo 17, es más recordado por aquel influyente argumento político: La gente tiene opinión en la forma que es gobernada. Locke predicó que la gente posee naturalmente ciertos derechos: vida, libertad y propiedad. Los gobernantes, escribió, obtienen su poder únicamente por el consentimiento de la gente que ellos gobiernan. El Gobierno, entonces, es en esencia, un Contrato Social: los súbditos claudicaban ciertas libertades y se sometían a la autoridad del gobierno en intercambio por un gobierno justo, la salvaguarda de lo que es de ellos por derecho. El gobernante mantiene el poder sólo en cuanto lo utiliza con justicia. Si esto suena familiar es porque las huellas intelectuales de Locke están por todos lados sobre la Declaración de la Independencia y la Constitución.
El Contrato de Locke requiere responsabilidad mutua. Si el gobierno viola la confianza depositada allí por la gente, si los gobernantes "intentan tomar o destruir el poder de la gente o reducirlos en esclavos", entonces el gobierno traiciona el poder que la gente puso en él. Un gobernante arbitrario y destructivo que no respeta los derechos de sus súbditos es "justamente considerada el enemigo común y peste de la humanidad y se le debe tratar consecuentemente".
La idea del Contrato Social que enfatiza la responsabilidad mutua en lugar del poder arbitrario parece especialmente relevante para los derechos de los chicos y el alcance de la autoridad de los padres, particularmente en medio de nuestra furiosa guerra civil sobre cultura y medios.
Los chicos están siendo sometidos a una intensa ola de censura y control, V-chips, software de bloqueo, sistemas de evaluación de contenidos sobre todo, desde películas y música hasta juegos de computadoras. Conservadores Culturales como Bob Dole y William Bennett están forjando un movimiento político nacional basado en sus deseos de poner cortinas culturales frente a los chicos. El Presidente Clinton ha acogido entusiastamente la idea de que los padres tengan el derecho de bloquear los programas de televisión de los chicos. En esta lucha, los jóvenes están sumamente solos; pocas entidades políticas, educativas o sociales han prestado soporte o defensa.
Locke desafió la creencia, ampliamente generalizada entonces y ahora, de que el poder de los padres sobre los chicos es "absoluto". En sus Dos Tratados de Gobierno y en el ensayo "Algunos Pensamientos acerca de la Educación". Locke avocó por la educación moral de los chicos en lugar de la imposición arbitraria de reglas. Los chicos, como los adultos, tenían el derecho a algún grado de libertad porque eso era lo apropiado a su estatus de seres humanos racionales. La autoridad de los padres no debería ser severa o arbitraria, escribió, sino, ser usada solamente como ayuda, instrucción y cuidado de sus hijos. Eventualmente debería ser abandonada.
El mundo adulto se aferró a los conceptos básicos de Locke sobre las libertades individuales y, con el tiempo, estableció derechos políticos y legales. Las revoluciones Francesa y Americana transformaron la política del mundo en formas que todavía se siguen viendo hasta la actualidad. Pero los chicos han vivido casi completamente por fuera de estas nociones, por razones compresibles. Los derechos de los chicos son, de hecho, mucho más complicados.
Cualquier tipo de emancipación política legislada para los chicos está casi descartada. Es poco probable que los chicos obtengan las arrolladoras protecciones legales otorgadas a otras minorías. Pero algunos de los movimientos más poderosos de nuestra historia política, derechos civiles, feminismo, emancipación gay, fueron luchas tanto morales como legales. Con los chicos, la idea de libertad emancipada también se inicia con un asunto moral.
Las vidas de los chicos son demasiado complicadas como para generalizarlas. Grados de madurez, estabilidad emocional, grados de desarrollo y aprendizaje, y el nivel de la paciencia, inteligencia y recursos de los padres también varía demasiado ampliamente como para establecer reglas estrictas. Los chicos de cinco años no son como los de quince. Y en lo respecta a la cultura, por lo menos, los chicos son diferentes a las chicas.
Pero, esta es la razón por la que la noción de que los chicos poseen algunos derechos básicos en la era digital es crítica. Sus opciones no deberían ser dejadas a los comúnmente arbitrarios y algunas veces ignorantes caprichos y antojos de educadores individuales, líderes religiosos, o padres, más que lo que la gente debe ser sujeta al control total de los reyes. Los padres quienes sin miramientos prohíben el acceso a la cultura digital o a las letras de las canciones que no les gustan o no comprenden, o los padres que exageran o distorsionan los peligros de la imaginería violenta o pornográfica están actuando sobre la base de su propia ansiedad y arrogancia, imponiendo autoridad bruta. En lugar de prepara a los chicos para el mundo en el que tendrán que vivir, estos padres insisten en prepararlos para un mundo que ya no existe.
Los jóvenes tienen el derecho moral de acceso a los mecanismos y contenido de los medios y la cultura. Es su lenguaje universal. Es su camino para obtener educación básica moderna, la cual en el siguiente milenio será con seguridad definida como la habilidad para acceder a información, en lugar de regurgitar los nombres de los presidentes. Esta podría ser la diferencia entre el bienestar económico y la adversidad económica.
Bloquear, censurar y prohibir deberían ser los últimos recursos para lidiar con los chicos, no los primeros. Particularmente si se les ha dado a los chicos la oportunidad de desarrollar una ética moral y responsable y tienen la voluntad (como en las nociones del Contrato Social de Locke) de enfrentar sus responsabilidades.
Las disputas culturales entre los chicos y sus familias no pueden ser resueltas mediante la extensión del sistema legal hacia dentro de los hogares. Ningún legislador puede definir cada circunstancia en la cual un chico tiene la facultad de asumir responsabilidad por sus decisiones. Y los ampliamente variados valores familiares hacen difícil poner en palabras unos derechos universales.
Pero, nosotros, como adultos y padres, podemos comenzar a entender cómo luce un nuevo Contrato Social que incluya a los chicos, empezando con la noción del Chico Responsable. El, o ella, es una adolescente, o casi uno, que cumple con ciertos criterios:
Trabaja al máximo de su habilidad en la escuela. Es razonablemente responsable de su educación y trabaja exitosamente en el aula de clase.
Es socialmente responsable. Evita el abuso del alcohol y las drogas y comprende los peligros a la salud de fumar.
No amenaza, roba o hace daño a las personas, incluyendo a sus hermanos, amigos, o compañeros estudiantes.
Carga su propio peso en el hogar. Hace las tareas y labores a la que se ha comprometido o que se le han asignado hacer.
El Chico Responsable no es la personificación de una visión utópica; puede ser, de cuando en cuando, difícil, rebelde, insoportable, caprichoso. Pero hace un esfuerzo, en buena fe, para resolver las diferencias racional y verbalmente. La santidad no es requerida.
El Chico Responsable no aparece milagrosamente, sino que emerge como resultado de años de preparación y educación. Su conciencia y sentido de responsabilidad no se forman espontáneamente a la edad legal de "mayoría de edad". Están construidos dentro de su vida desde temprano mediante una crianza razonada y una compleja serie de relaciones.
La vasta literatura sobre chicos y la sicología infantil contiene argumentos sobre cada asunto concebible sobre la crianza de los niños. Pero expertos respetables concluyen casi unánimemente que los rasgos dominantes del carácter no aparecen de repente en los años de adolescencia. Estos se forman mucho antes, a partir de las interacciones y el ambiente proporcionado desde la infancia.
Si los padres pasan tiempo con sus hijos, forman fuertes lazos con ellos, les enseñan una moral, viven vidas morales, desalientan y castigan comportamiento inmoral, y tratan a sus chicos de una forma moral, entonces los asuntos morales que sus hijos enfrentan posteriormente serán resueltos muy probablemente.
Cuando los padres definen comportamientos aceptables y límites, cuando los explican una y otra vez, el chico gradualmente incorpora estas reglas en su propio comportamiento reflejo. Esto se vuelve en la formación de la conciencia y del sistema de valores individuales.
La idea de que un programa de TV o una letra de canción pueden transformar a una chico saludable, conectado, con los pies en la tierra, en un monstruo peligroso es absurda. Es un afronta irracional no sólo a la ciencia sino también al sentido común, y contra lo que sabemos acerca de los chicos en nuestras propias vidas. Es principalmente una invención de los políticos (que la usan para atemorizar o juntar partidarios), poderosos grupos religiosos (que no pueden enseñar dogma a los jóvenes sin utilizar control), y de columnistas (que ven a los nuevos medios y nueva cultura como amenazas a su propia posición una vez poderosa y lucrativa en la sociedad Americana).
Tan poderosos como son, los medios y la cultura (o la, algunas veces ofensiva, imaginería transmitida por ellos) no pueden formar los sistemas de valores de nuestros chicos o proveer los bloques de construcción de su conciencia. Sólo nosotros podemos hacerlo.
El Chico Responsable tiene ciertos derechos inalienables, no conferidos al capricho de una autoridad arbitraria, sino reconocidos por una sociedad justa como inherentes a toda persona. Mientras nos adentramos en la era digital, el aceptar esto es inevitable, una idea poderosa que incorporará a los chicos en una vasta comunidad de personas que tienes, o están luchando por, algo de control sobre sus vidas.
Los chicos tienen el derecho de ser respetados, de que se les confiera la misma sensibilidad que otras minorías liberadas han recibido a regañadientes del resto de la sociedad. No deben ser vistos como propiedad o como incapaces de participar en las decisiones que afectan sus vidas.
A los chicos no se les debe etiquetar como ignorantes o inadecuados porque su educación, cultura, o agenda social sean diferentes a aquellas de generaciones previas. Ellos tienen el derecho a ayudar a redefinir lo que son la educación básica y la cívica.
Los chicos tienen el derecho a una comunicación de dos vías con los políticos, con el clero, con los líderes en el campo de la educación quienes pretenden saber lo que es mejor para ellos. Los chicos tienen el derecho a ayudar a moldear las discusiones acerca de sus vidas morales.
Los chicos de varios niveles socioeconómicos deberían tener igual exposición a nuevas tecnologías (multimedios, canales de cable, la Red) que proveen información, educación y cultura. Ellos tienen el derecho a que se incluyan en los planes de estudio de sus escuelas los nuevos medios y la tecnología.
Los chicos que cumplen con sus responsabilidades personales y educativas, deberían tener casi acceso irrestricto a su cultura, particularmente si demuestran una habilidad para mantener el balance en sus vidas.
Los chicos tienen el derecho de reunirse en línea, formar grupos, y comunicarse con comunidades con ideas similares mediante sitios web y páginas personales, servicios en línea, correo electrónico, y con la variedad de posibilidades creadas por la Red.
Los chicos tienen el derecho a disentir con el uso de software de bloqueo y otras tecnologías como los V-chips, que arbitrariamente les niegan opciones, exposición a ideas, y libertad e expresión.
Los derechos de los chicos no son sinónimos de permisividad. Los estudiosos de la niñez están de acuerdo en que los chicos necesitan límites claros y disciplina ocasional. Pero, si los chicos tienen la oportunidad, desde una edad temprana, de tomar decisiones informadas sobre sí mismos (qué comer, cuándo dormir, qué vestir) serán capaces de tener cierto control de su vida cultural al llegar a su adolescencia.
Estos derechos no son un regalo conferido por la bondad de nuestros corazones, sino el cumplimiento de la más básica responsabilidad de los padres: preparar a los chicos para el mundo en el cual vivirán.
¿Cómo funcionaría un Contrato Social sobre medios y cultura (un cese al fuego entre adultos y chicos)?
El modelo ideado por Locke se aplica misteriosamente bien a los niños. Por definición un contrato es acordado, no impuesto. Su poder viene no de una autoridad arbitraria sino de una base moral, un deseo de hacer lo que está bien para todos, de respetar y entender los derechos y necesidades de todas las partes. Los padres y los chicos, ambos deberían querer un acuerdo que ratifique los derechos de los chicos y haga que los padres responsables abdiquen algo de su poder manteniendo al mismo tiempo confianza al respecto.
El adulto racional tiene que comenzar aceptando que la censura y los controles arbitrarios no funcionan, que él o ella tiene que elaborar razonadamente junto con su hijo un sistema de valores compartido. El intentar censurar a los chicos puede menoscabar la autoridad y los valores, en lugar de afirmarlos. Ya que la mayoría de los chicos de más edad y sus amigos pueden evadir casi toda la tecnología censuradora, y ya que mucho del mundo digital está de por sí más allá de la comprensión de muchos padres, la mera autoridad se vuelve limitada, algunas veces hasta sin sentido. Los chicos aprenderán no cómo formar sistema de valores, sino cómo sus guardianes morales no logran hacer que sus dictámenes se cumplan.
Así que los miembros de la familia necesitan meditar sus propias nociones sobre los chicos y la cultura. ¿Cuánto más poder y control están dispuestos a ceder los mayores? El padre diría cuánta televisión y tiempo en línea él considera apropiado y define qué más se espera del chico: Tareas domésticas, desempeño escolar, obligaciones religiosas.
El chico diría qué acceso a la cultura quiere: qué programas de televisión, qué CD´s, cuánto tiempo en línea. Y tiene que especificar qué está dispuesto a hacer por ello. Debe aceptar seguir reglas de seguridad: no dar números de teléfono, o direcciones de la casa a extraños en línea y decir a los padres sobre contactos con pornografía, tales como archivos con contenido sexual. El acceso a los medios es dado como un derecho, pero está sujeto a condiciones.
Existirían probablemente tantas clases de contratos con hay familias. Pero si los chicos cumplen con su parte de Contrato Social, entonces los padres aceptarán que sus hijos tienen el derecho moral a acceso a los programas de televisión que ellos quieran, a los cd´s que ellos quieran oír, a los servicios en línea que ellos escojan y puedan pagar. Las familias podrían empezar a encomendarse a la confianza, la negociación y la comunicación en lugar de a las fobias, los conflictos y la sospecha.
Tiene que ser un contrato de buena fe. Los padres que pidan mucho perderán la autoridad moral para hacer un arreglo como este. Los chicos que deseen hacer muy poco también lo pondrán en peligro. Algunas partes probablemente tengan que poner a un lado sus contratos rotos y seguir luchando.
Naturalmente, si cualquier lado viola el acuerdo (si los chicos fallan en la escuela, hacen daño a otra gente, empiezan a beber mucho) entonces, el contrato es nulo. Los chicos que no pueden o no quieren comportarse racionalmente presionan el derecho a entendimientos racionales y se pondrán a sí mismos nuevamente en un estado de libertades disminuidas.
Pero, a millones de chicos americanos que pueden manejar un sitio de chat concurrido o un episodio de NYPD Blue no se les negará libertad cultural debido a los miedos de los padres de los chicos que no pueden.
Ocurre que, por años, mi propio hogar ha operado bajo la forma del Contrato Social, sin que lo llamáramos así o pensáramos mucho en John Locke. He visto que puede funcionar. Mi esposa y yo tenemos una hija de 14 años, quien se siente cómoda con que yo escriba acerca de sus derechos culturales aún cuando no sobre otros detalles sobre su vida personal.
Creyendo que la cultura es el lenguaje y la divisa de su generación, nosotros siempre la hemos alentado a que la comprenda. Ella jugó nintendo, miró cable, y le gustaron las Tortugas Mutantes Adolescentes. Ahora, ella mira Sala de Emergencias, Homicidio: Vida en la Calle, y los Archivos X, más, viejos musicales en cable y la ocasional tonta comedia semanal Después de una Semana Difícil.
Ella puede ver virtualmente cualquier película que quiera, aún cuando a veces, se produce un poco de discusión al respecto. Si le causa conmoción, ira, o no se siente cómoda, ella se siente en la libertad de marcharse. El sistema de evaluación de contenido de la Motion Picture Association of America es una guía absurda sobre lo que los chicos pueden o no manejar y nunca ha sido el criterio usado en nuestra familia. Cuando mi hija era más joven, si había cuestiones serías sobre la violencia, contenido sexual, o intensidad emocional de una película, mi esposa y yo a veces la veíamos primero, y luego llevábamos a nuestra hija. La habilidad de decirle a nuestra hija de 8 años cuándo cerrar los ojos ayudaba. Ahora, por supuesto, no tenemos que hacerlo.
Ella ha estado en línea desde que tenía 10 años. Nunca hemos pensado en adquirir software de bloqueo, tal cosa sería ofensiva y humillante para ella, pero se le ha enseñado a no pasar su nombre, dirección, número de teléfono, y a contarnos problemas y experiencias perturbadoras que ella haya tenido.
No ha tenido muchas. Ella se ha encontrado con el desadaptado ocasional y con alguna gente perturbada en línea (chicos que quieren hablar sucio, hombres que quieren enviarle archivos sexuales explícitos) y ella ha aprendido importantes frases como "no" y "piérdete". A pesar de la enorme publicidad que tales tipos de contacto generan, estos han sido relativamente raros. Ella tiene amistades en línea, pocas de las cuales yo no sé nada.
Confiamos en ella implícitamente, hasta que ella nos dé razón para considerarla de forma diferente. Vamos bien hasta aquí: va bien en la escuela, tiene amistades saludables, canta en un coro, y muestra poco interés en la violencia, drogas o alcohol. A desarrollado un alto nivel de sentido común y pensamiento analítico sobre la cultura que usa, pero los nuevos medios no han suplantado a los viejos, lee bastante, y escribe, y habla. De hecho, fue ella, lo admito aquí, quien primero me hizo notar que mis ideas sobre los derechos de los niños tenían relación directa con este tipo John Locke del cual ella había aprendido en su clase de historia.
No creo en la ilusión de que ella es una chica "típica", si existe tal cosa. Como hija única, ella es más fácil de monitorear. Como una familia de clase media, podemos ofrecerle una computadora, libros, y una cuota suficientemente alta para cubrir tiquetes de películas.
De todas maneras, ella (y nosotros) vivimos bastante de acuerdo con la idea de Locke del Contrato Social. Se entiende que mientras ella haga tan bien las cosas como las está haciendo, ella tiene derecho a su cultura y a sus propios juicios racionales sobre esta sin interferencia, ridículo o censura.
Nosotros comprendemos que ella necesita ser diferente de nosotros. Su cultura es probablemente la forma más importante que tiene para separarse, o diferenciarse de nosotros.
Hasta ahora, el contrato se cumple.
Los conservadores culturales, políticos, padres, maestros, los adultos en general (y especialmente los columnistas y periodistas) han subestimado mucho cuán político se ha vuelto este asunto del asalto a la cultura de los chicos.
En discusiones en línea, en sitios web, en un sin número de chats en vivo, los chicos ventilan su ira contra los esfuerzos devotos del mundo adulto para "salvaguardarles", contra los esfuerzos del congreso para legislar "la decencia" en la Internet, y para reprimir la libertad de expresión en el más libre de los ambientes. Ellos están generando correo electrónico instigando discusiones en línea, construyendo páginas web.
Los chicos no han estado tan intensamente despiertos y políticamente activos desde los 70´s. Es más, esta generación digital tiene un arma organizacional que ninguna generación previa tuvo: la habilidad de encontrar y conversar con aliados distantes tan solo a un módem de distancia. Con la facilidad de medir sus propias vidas contra las de otros, de comparar su propia experiencia con la retórica, estos chicos saben que su cultura no es peligrosa. Sus tácticas, que ocurren casi completamente fuera de la vista de los padres y más allá de la conciencia de periodistas y políticos, podrían transformar la política de los jóvenes.
La prensa ha reportado exiguamente la magnitud con la cual la cultura es política para la gente joven, y cuánto resienten ellos la sugerencia de que la cultura los está volviendo estúpidos, indiferentes y propensos a la violencia. Ya que los chicos casi no tienen voz en los medios y en los debates políticos sobre los asuntos que los afectan, no es sorprendente que su descontento pase desapercibido.
Pero, la prensa tradicional aferrada al pasado empieza a conocer el alto costo de ser tan despiadadamente condescendiente y ofensiva contra los chicos, tiene alarmantemente pocos consumidores jóvenes. Los políticos podrían pronto aprender esta misma lección. Es probable que las batallas sobre los nuevos medios despierten una politización juvenil que recuerden los movimientos lanzados por minorías raciales, mujeres y homosexuales.
Bajo las narices de sus guardines, los jóvenes están ahora vinculados unos con otros alrededor de todo el mundo. Ellos ya comparten su cultura en línea, intercambian información sobre nuevas películas, shows de televisión y cd´s, se advierten unos a otros sobre virus, comparten software y consejos técnicos. A veces, se juntan para reprender o expulsar a colegas digitales que han sido agresivos, irresponsables o insoportables. Se guían unos a otros a sitios web interesantes.
Pero, los chicos, quizás más que cualquier otra minoría oprimida, todavía tienen un largo camino que andar para organizarse políticamente. Y no pueden embarcarse en una lucha política por sí solos.
Ellos ya deberían haber tenido algo de ayuda. Algún benefactor en línea debería financiar algo como "El Centro de Libertad Digital de los Jóvenes", similar al "Electronic Frontier Foundation" (EFF). Este podría ofrecer a los chicos información verás sobre violencia, pornografía y seguridad en línea, con la cual ellos podrían educar a sus compañeros y confrontar la ignorancia y la mala información sobre su cultura de jóvenes. También podría proveer soporte legal a los jóvenes que han sido penalizados por expresarse libremente en línea, y a aquellos que se les ha negado injustamente su derecho al acceso a la cultura.
En lugar de esto, lo que los chicos han recibido de la comunidad virtual es un ensordecedor bostezo.
Sobre casi todas las cosas, la cultura digital se enorgullece de la noción de que la información debe ser libre de que esta nueva cultura debe permanecer desencadenada y desobstruida. Los esfuerzos corporativos y gubernamentales para mantener el control, y la promoción de los así llamado estándares de decencia, son sujetos de feroz debate en línea y de discusiones políticas fuera-de-línea. Pero, la cultura o está callada o apoya los intentos de bloquear a los niños. La EFF apoya incondicionalmente el delimitar el acceso de los chicos a la Red, y hasta tiene vínculos desde su sitio web a creadores de software de bloqueo. Aún los sistemas de conferencia con ideas libertarias como "The Well" casi ha dado por hecho que a los chicos se les puede negar la libertad de expresión por la que todos los demás están tan deseosos de luchar.
Los Ciudadanos de la Nación Digital, quienes están dispuestos a lanzarse contra las barricadas cuando el congreso intenta disminuir su libertad de expresión, parecen estar felices de acoger la nueva plataforma de software de bloqueo. Parecen estar bastante deseosos de intercambiar los derechos de los chicos por su propia libertad de expresión. No nos secuestre, llévese a nuestros hijos.
Nadie en el altamente sensitivo y politizado mundo digital adulto pestañea cuando los medios alegremente hablan sobre software de bloqueo como una alternativa clara para censurar la Internet. A nadie le preocupa cuando las reseñas recomiendan programas como Cybersitter (niñeras cibernéticas), Surfwatch (vigilantes de la navegación), Cyber Patrol (policía cibernética). Los mismos nombres de los programas son condescendientes y humillantes.
Esta estrategia es la antítesis de la confianza y la conversación racional entre adultos y chicos, y ofrece evidencia de la creciente necesidad de proteger a los chicos, no de la "mugre", sino de los abusos de poder de los adultos.
El software de bloqueo es nocivo y potencialmente ilimitado. Algunos de estos programas tienen miles de potenciales categorías prohibidas, que van mucho más allá de sexo y violencia. Una vez aplicados, la censura y las restricciones inevitablemente se esparcirán a otras áreas en las que los alumnos deseen poner límites: asuntos políticos que difieren de sus propios valores, foros de música y películas que no estén de acuerdo a los gustos de los adultos, amigos en línea que no logren su aprobación, la teoría de Darwiniana.
Aun cuando está siendo introducida en América como un medio para proteger a los chicos, cuando esta tecnología evolucione podría convertirse en la mejor tecno-amiga del tirano, y ofrecer aún más ingeniosas formas de controlar la expresión y las ideas. Algunos chicos que crezcan sometidos a esto lo harán pensando inevitablemente que la forma de lidiar con tópicos que no nos gustan es bloquearlos, removerlos de nuestra vista y conciencia. En cualquier otro contexto, los defensores de la libertad de expresión estarían dando botes.
Como los códigos tontos de calificación de la industria de las películas, el software de bloqueo ofrece la ilusión de mantener control. No garantiza seguridad, ya que sofisticados malhechores lo evadirán aún más rápido que los chicos. Y no enseña civismo en el mundo digital.
Mientras los padres se retiran, seguros en su creencia que Net Nanny (Nana de la Red) hará el trabajo que ellos deberían hacer, cuenten con esto: los chicos, muchos de los cuales ayudaron a crear la cultura digital rápidamente trascenderán este software. Ellos estarían mucho mejor si los padres les acompañasen cuando ellos se conecten por primera vez, mostrándoles qué es inapropiado o peligroso.
El bloqueo priva a los chicos de confrontar las realidades de la nueva cultura:
Algo de esta es pornográfica, violenta, y ocasionalmente peligrosa. Ellos necesitan dominar esas situaciones de una manera racional y supervisada para aprender cómo protegerse a sí mismos realmente.
Esta urgencia de bloquear presupone que la exposición a ciertos tópicos es intrínsecamente peligrosa. Pero, solo un infinitesimalmente pequeño número de chicos ha sido seducido a situaciones potencialmente peligrosas como resultados de encuentros en línea. Menos de 25, de acuerdo con el Centro Nacional de Chicos Desaparecidos y Explotados. Esa es una cifra minúscula dados los billones de encuentros en línea.
El mundo digital le debe a los chicos el defender sus derechos tan celosamente como defiende los suyos propios. Hasta ahora, ha fallado, traicionando su propia heredad y, lo que es peor, su futuro.
Los chicos necesitan echarle mano a las nuevas máquinas. Necesitan acceso igual a la tecnología de la cultura, investigación y comunicación. Las familias pobres y de la clase trabajadora tienen pocas computadoras comparadas con la clase media. Y estamos dándonos cuenta que algunos chicos de minorías se resisten a usar computadoras, ya que para ellos son los juguetes de los "nerds blancos".
Pero, si la tecnología puede crear una brecha entre los que tienen y los que no, también puede acortarla. PCTV´s portátiles y baratas, televisiones con computadoras y módems de cable, podrían ayudar a hacer rápidamente más igualitaria la revolución digital. El apresurar la llegada de tal acceso igualitario, debería ser el asunto moral primero y más apremiante de la generación digital.
Los chicos también necesitan aprender a usar la maquinaria de la cultura con seguridad y responsabilidad. Esto significa comprender las nuevas reglas de comunidad en el mundo digital, transcendiendo el tono a veces abrasivo e innecesariamente combativo que se muestra en muchas discusiones en línea. Necesitan aprender a investigar ideas e historia tanto como a chatear, a boca llena, y a descargar juegos.
Los chicos necesitan ayuda para convertirse en ciudadanos con mente cívica en la era digital, ayuda para comprender cómo usar la maquinaria al servicio de algún propósito social más amplio que el simple entretenimiento. Necesitan guía para administrar su nueva habilidad de conectarse instantáneamente con otras culturas. Necesitan recordatorios de cómo evitar los peligros del elitismo y la arrogancia.
Pero más que nada, es tiempo de extender a los chicos la idea fundamental que Locke, Thomas Paine, Thomas Jefferson y otros introdujeron al mundo tres siglos antes: que todos tenemos derechos, que a todos se les debe dar tanta libertad como sea posible, que todos deben tener la oportunidad de elevarse hasta los límites de su potencial.
Necesitamos enseñarnos a nosotros mismos cómo confiar en que los chicos pueden hacer juicios racionales sobre su propia seguridad. Vemos su mundo como a un lugar oscuro y peligroso, aún cuando ellos lo ven como un desafío, entretenido y emocionante. Somos condescendientes con ellos creyendo que ellos no tienen el carácter, sentido común o conciencia para enfrentarse a los peligros de su basto y expansivo universo cultural. Y ahora, tratamos de bloquearles de ese mundo.
Nosotros no tenemos oportunidad. Como las ideas de emancipación de Locke, las vidas de los chicos están ganando momento por sí solas, moviéndose rápidamente más allá de nuestro control ansioso y miedoso.
Desde el tiempo de Locke, la democracia ha avanzado inexorablemente cuando las monarquías y los regímenes autoritarios han fallado. Ellos han sido menoscabados por nuevas ideas que cabalgan en las espaldas de nuevas tecnologías que ahora se extienden a todos los rincones del mundo. La autoridad opresiva y la censura parecen crecientemente anacrónicas en medio de los bordes porosos de la era digital emergente.
El milenio que se aproxima es más que un hito histórico. Es el tiempo justo para liberar a nuestros chicos de las pesadas manos de la historia. La mayoría de nosotros se da cuenta de que nuestros chicos se mueven hacia una milagrosa nueva era. Ellos, como todos los demás, deberán correr riesgos y evitar peligros. Ellos también cosecharán grandes recompensas.
Los chicos tienen la oportunidad de reinventar las comunicaciones, la cultura, y la comunidad; de enfrentarse a los problemas del nuevo mundo en nuevas formas; de hacerlo mejor de lo que lo hicimos nosotros. En lugar de sujetarlos, deberíamos empujarlos hacia adelante. En lugar de escudarlos, deberíamos tomarles de la mano, guiarles a las puertas, y animarles a seguir.